El Fin justifica los medios (II parte)
Historia del asedio de la antipolítica a la Política
En la primera parte de este artículo publicado la semana pasada describimos los orígenes de la antipolítica y la reaparición de la extrema derecha en la política contemporánea de Venezuela, en esta parte se describen los aportes de Rómulo Betancourt a la verdadera política como Padre de la Democracia.
Venezuela, hoy es quizás para algunos una quimera y para otros un botín, suerte que podría cambiar si las fuerzas políticas hicieran política como ciencia antes que como oficio, que ni siquiera llega al grado de técnica.
En 1902 cuando las potencias europeas dirigidas por Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña y Holanda le reclamaron a Venezuela el pago de su deuda externa, el presidente Cipriano Castro se opuso a pagarlas, ocasionado el desembarco de tropas extranjeras y bombardeo de La Guaira y Puerto Cabello, pretensiones que crecieron cuando Italia vio en la península de Paraguaná una suerte de Eritrea o Etiopía (colonias en el noreste de África) pero fueron detenidos gracias a la determinación de los venezolanos y al apoyo de los Estados Unidos de América (EE.UU), intereses finalmente derrotados en la Batalla de Ciudad Bolívar en 1903, acciones financiadas por principios contrarios a la unidad nacional, esta conspiración estuvo dirigida por el caudillo oriental Nicolás Rolando Monteverde, encarcelado tras su derrota en la batalla de Ciudad Bolívar.
Esta anécdota revela que la antipolítica siempre ha estado presente en Venezuela, tendencia política dirigida por los hilos externos de poder. La historia venezolana ha contado con hombres profundamente enamorados de convicciones éticas y morales en la política, Rómulo Betancourt fue uno de esos hombres opuestos a la intervención extranjera en los asuntos nacionales, fue incapaz de ocupar la silla de algún país en la Organización de Estados Americanos (OEA) para denunciar la dictadura militar de Pérez Jiménez, “[…] se fijó como objetivo la promoción de la solidaridad democrática continental, para poder plantear el caso de Venezuela, en los organismos internacionales […]”, así lo reseña el doctor Germán Carrera Damas en su obra “Rómulo histórico”.
Este historiador revela que Betancourt tuvo su momento estelar tras lograr que la OEA efectuara en La Habana, Cuba el 12 de mayo de 1950, la Primera Conferencia Interamericana Pro Democracia y Libertad, en la que se debatió el principio de la no intervención, involucrando a organismos internacionales y su posible actuación en defensa de la democracia venezolana.
Betancourt en ese evento pronunció un encendido discurso: “Nadie planteó en la Conferencia que unilateralmente interviniera una determinada Cancillería del continente en las cuestiones internas de otro país”; reafirmando el “principio de la no intervención, recta y no falazmente interpretado”. Sin embargo, en esa misma conferencia Betancourt salió en defensa de los derechos del ser humano, condición que se degradaba en los países bajo control de los militares. Carrera Damas señala: “El saldo no pudo ser más desalentador, si bien Rómulo Betancourt, dando prueba de la terquedad de que se jactaba, sostuvo su esfuerzo hasta el último día de su exilio”.
Eso le aseguró una segunda Presidencia de la República por voto popular. Betancourt supo que Venezuela volvería a ser libre no por la acción de una potencia extranjera, al contrario, sería el resultado “después de un trabajo lento y no una acción mágica”. Un ejemplo que María Corina Machado debería tener al momento de ocupar una silla extranjera para denunciar la autocracia venezolana y solicitar intervención foránea en este país tuyo, mío, de Betancourt y de Simón Bolívar… (Continuará).
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