El Socialismo del Siglo XXI o el camino a la servidumbre de los venezolanos (I parte).
“Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad”.
Enclíclica “Centesimus Annus” Juan Pablo II
El escritor costarricense Miguel Ángel Rodríguez Echeverría escribió a principio de los años noventa del siglo XX en un ensayo titulado “Desarrollo Humano y Eficiencia Económica: Una Agenda para Costa Rica” publicada en la obra El Desafío Neoliberal de Barry B. Levine, que: “El fin de siglo ha resultado alentador. Se comprende – escribe S.S. Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus– el alcance inesperado y prometedor de los acontecimientos ocurridos en los últimos años”.
Así Rodríguez señala: “La desaparición en los países de Europa central y oriental, la caída de regímenes dictatoriales en América Latina, África y Asia, la crisis de las ideologías totalitarias y la revalorización cultural de lo que en “Centesimus Annus” se denomina “positividad del mercado y de la empresa”, son hechos que convocan el entusiasmo y la esperanza”.
Estos principios están muy lejos de cumplirse en la convulsionada Venezuela del siglo XXI. El filósofo austríaco Karl Popper cuestionó el concepto de las “teorías de la soberanía” al plantear que la definición de la democracia como soberanía del pueblo, soberanía de la mayoría y el concepto de “pueblo” como detentador del poder estatal, son planteamientos que se inscriben dentro una concepción donde el “pueblo” como mayoría oprime a otros, partiendo de la interpretación “estalinista” soviética que “pueblo” es aquél que milita en el partido de gobierno.
Así nos preguntamos si la mayoría es soberana ¿puede ésta transferir el ejercicio del poder a uno sólo? ¿Un presidente con rasgos de “soberano” o monarca? Aquí toma validez la opinión de la psicoanalista francesa Marie-Hélene Brousse: “toda revolución termina con un amo”.
Una prueba de esto es la revolución francesa (1789-1799) que derrocó la monarquía, pasando luego a un “directorio” político revolucionario que “guillotinó” (asesinó) a los más prominentes revolucionarios, Marat, Danton y Robespierre. Seguidamente surgirá Napoleón Bonaparte que terminará apoderándose del poder sometiendo al pueblo a una dictadura, restableciendo la monarquía al coronarse Emperador.
Un escenario que se asemeja al contexto venezolano. Mientras el pueblo padece un malestar que el gobierno justifica en cadena nacional como consecuencia de una presunta “guerra económica” dirigida por una presunta “derecha” extinta desde 1863 ni se parece a un partido político. Aquí nos preguntamos ¿Quién dirige la presunta “guerra económica”?
Este presunto conflicto social, son los efectos nocivos de 18 años de expropiaciones y nacionalizaciones traducidos en la destrucción de todas las haciendas, empresas e industrias del parque productivo nacional. Venezuela hoy no produce nada, todo se importa y PDVSA tampoco produce ni tiene presupuesto ni dólares para abastecernos, el 83% del presupuesto nacional es tributario, sale de nuestros bolsillos, mientras el gobierno alega una guerra imaginaria que podría ser la causa para ser declarado por la comunidad internacional como “Estado forajido” por no hacer valer los Derechos Fundamentales a la alimentación y la vida. Una pesadilla que apenas comienza… (Continuará).
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