El ex juez rector del estado Lara analiza la coyuntura social y política de nuestro país tomando como referencia la elección presidencial convocada para el próximo 20 de mayo. Este es su artículo de opinión:
Ronald Dworkin y el juez Hércules.
Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Los venezolanos estamos a pocos días de tomar las decisiones más transcendentales en nuestra historia.
Ningún testigo inmemorial, se definen como tales a quienes pueden recordar los hechos más antiguos y, por tanto, dar fe de ellos sin haberlos leído u oído de otras personas, ha intervenido en una contienda electoral para decidir más allá de las formas, nunca en el fondo del tema político, porque realmente los gobiernos de Acción Democrática y Copei que rigieron la segunda mitad del Siglo XX, tenían un perfil similar salvo las connotaciones personales de los protagonistas, que obviamente existían incluso entre los jefes de Estado postulados por un mismo partido.
Los dos Presidentes de los tres gobiernos del presente siglo, marcan mayores diferencias con aquellos y entre sí, pero no al extremo que se presagia para el próximo a iniciarse después del 10 de enero del 2019 de acuerdo a lo previsto en la Constitución Nacional. Hablo de decisiones, en plural, porque realmente son dos distintas: 1.- Votar o no. 2.- Caso afirmativo, sufragar por Henry Falcón o por Nicolás Maduro. Ambas, consecuentemente, nos las plantean los amigos y, en verdad, son pocas las razones extras considerando las divulgadas, que podamos aportar ante cualquiera de ellas.
Ya los principales líderes nacionales y regionales han suministrado sus opiniones y, ciertamente, se agotó el tema sin que la gente en general, pareciera mantener interés en el mismo y allí está precisamente el peligro.
Mi contribución hoy se reducirá, siguiendo mi criterio de respetar la decisión que cada quien tome para propiciar la posibilidad de reunificación de la oposición con posterioridad al 20 de mayo, cualquiera fuere el resultado oficial. Por eso sólo quiero ayudar transmitiendo un método práctico, partiendo de “como debe actuar un juez para decidir un caso muy difícil” conforme a la Doctrina Dworkin, casos como racismo y otras formas de discriminación, aborto, objeción de conciencia y desobediencia civil, han sido decididos mediante esta metodología.
Para que cada quien pueda tomar su propia decisión, debemos actuar como lo haría un buen Juez. No estoy planteando que las decisiones por tomar sean jurídicas, no, obviamente que serán políticas, sólo estoy recurriendo al método práctico y didáctico de Dworkin, para facilitar la decisión de cada votante.
Ronald Myles Dworkin, era un jurista norteamericano, nacido en Massachusetts en 1931, fallecido en Londres el 2013, que consideraba una serie de elementos en los cuales debe fundarse un juez, para decidir casos en extremo complicados. Partía no sólo de la ley sancionada y vigente, sino de cualquier reforma futura o lex ferenda, aplicaba pruebas, moral, y principios filosóficos e ideó la existencia de un Juez perfecto a quien denominó Hércules, capaz de resolver todos los asuntos llegando siempre a la decisión más sabia, justa y adecuada.
Uno de los métodos lo denominó “el de la novela en cadena”, que consiste en imaginar que una serie de novelistas reciben el encargo de construir separadamente y por partes una novela, correspondiéndole a Hércules escribir el capítulo final, partiendo de las bases que le fueron suministradas por los diferentes escritores.
De manera que si sustituimos los novelistas por los candidatos; los capítulos por las ofertas electorales y su viabilidad y, correspondiéndole al elector el rol de Hércules, podrá decidir más fácilmente las interrogantes planteadas. Ejemplo, hoy salí, como siempre a caminar por las calles de mi urbanización, como aún no eran las seis de la mañana, deberían estar iluminadas de manera artificial, sin embargo, estaba muy oscuro; constaté que las aceras y las calzadas estaban llenas de basura porque gatos, perros y seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, se habían distribuido a la fuerza los desechos comestibles, tanto de origen vegetal como animal; las calles tienen múltiples huecos ocasionados por el tránsito y otros provocados por la desaparición de rejillas y tapas de metal donde están las tomas de los servicios; en algunas casas habían camiones cisternas llenando los tanques, lo que antes se hacía a través de tuberías; los vigilantes amanecidos, con sueño y con hambre, quejándose porque está atrasada la cosecha de mangos, que se traduce en ausencia de desayuno y finalmente, la placita donde cierro el circuito, sirve como hospedaje a menesterosos desatendidos por la Misión Negro Primero.
Esta situación es uno de los capítulos de la novela que debo tener en mente para los propósitos referidos. Lo voy a considerar en mi decisión personal, aunque ningún candidato me ha dicho como resolverían “estos pequeños problemas”, por tanto constituye elemento probatorio testifical contra ambos. Debo advertirle a Hércules, que allí hay fallas de los tres niveles de gobierno, que requieren de una equilibrada distribución del Situado Constitucional y del Fondem, lo que nos permite considerarlos para el debate electoral.
Otro capítulo de la obra, que voy a discurrir a conciencia, son las soluciones generales que ya los candidatos han presentado, de manera que en uno consideraré la oferta de proveerme de una tarjeta para recibir una contribución en dólares y, en el otro un carnet de la Patria multiuso. Como no quiero ninguno de los dos, este capítulo lo consideraré impertinente, sin beneficio para ningún candidato.
Un segmento que quiero leer conscientemente, aún no está escrito, es cómo va cada quien a financiar programas viables para el fomento de la actividad agrícola e industrial; cómo va a aumentar la producción petrolera y recuperar mercados; devolver fincas indebidamente ocupadas; detener la inflación y la diáspora y describa planes coherentes para el regreso de nuestros hijos a la patria. En mi caso, cada votante hará lo propio, tendré que seguir esperando que los candidatos escriban sus capítulos, pero se agota el tiempo y no he podido escribir el epílogo por falta de material suministrado por los novelistas. Continuaré esperando. Dios proteja a Venezuela!
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