El doctor en estudios políticos Justo Mendoza, dirigente del partido Avanzada Progresista, cuestiona la estrategia de algunos factores de la oposición venezolana, cuyos resultados - asegura - han sido estériles.
"Votar, aun en las peores circunstancias, es una señal poderosa de la disposición de un pueblo por rescatar la prosperidad y el bienestar con la democracia".
A continuación el análisis del doctor Mendoza:
DEL VOTO O SOBRE EL IMPERIO DE LA OPRESIÓN
Todo acto dictatorial en contra de los principios constitucionales y derechos fundamentales de los ciudadanos intenta amedrentar y disuadir -por amenaza y miedo- a los ciudadanos de una nación de reaccionar contra la dictadura misma y reconstruir la democracia y el sistema de libertades.
Expedientes a los que hay que agregar la arbitrariedad y la discriminación sectaria. Abandonarse al miedo, paralizarse por la sevicia del régimen, resignarse a la arbitrariedad, en fin, al imperio de la opresión no es la reacción "natural" de los pueblos para liberarse del garrote vil que asfixia a la nación ¡No lo fue durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez!
Paradójicamente, un segmento de la clase política venezolana - relievando tan ominosas actividades oficiales- se ha hecho portaestandarte de la abstención, y más, de la negación del voto como herramienta fundamental (y tal vez única) para materializar la voluntad soberana hacia los cambios democráticos desde los autoritarismos y dictaduras totalitarias.
Ese segmento -que no es ni reaccionario ni antidemocrático 'per se'- adolece, primeramente, de un componente fundamental en los procesos de lucha contra las dictaduras: la convicción de cambio (y derrota) del gobierno autoritario desde la organización popular con el valor democrático del sufragio.
En segundo término, esgrime una estrategia deslegitimadora que aplica eficientemente para gobiernos democráticos y no para autoritarismos sobrevenidos como es el caso del régimen venezolano. Por ello -por ese déficit teórico operacional- se han atrincherado en la agenda de la legitimación negativa del régimen de Maduro en el entendido, equivocado, que una votación precaria en el colegio electoral nacional, regional o municipal, anula a todo evento, el resultado de la elección misma; esto es, creer que dejar solo a Maduro con su 20% de votos hace de su elección un acto nulo; cuando que bien poco afecta al régimen madurista la precariedad de votos en una contienda electoral, verbigracia la del 20My: los hechos políticos demuestran que la legitimación del autoritarismo está mayormente en la categoría de satisfacción material inmediata de necesidades alimentarias de la población (clap, bonos, prebendas por afiliación partidista oficial) que en el origen democrático del ejercicio del poder.
Los resultados de la estrategia anti-voto, inocuos para los fines formales proclamados, estériles en la práctica, generaron como externalidad una perversa agenda de estos segmentos contra la organización popular, política y partidista, como de la sociedad civil, dirigida a la descalificación y fusilamiento moral del liderazgo democrático (tachados de "colaboracionistas") y la división y "balcanización" de las fuerzas opositoras urgidas de ser percibidas ganadas a la unidad con propósito común.
Lo insólito es que las políticas de miedo implantadas por el régimen -que incluyen la versión de dominación irrefutable desde el gobierno de los derechos y la gestión ciudadana- son el gran argumento de los segmentos promotores de la inacción política de la sociedad frente a la dictadura. Peor aun, validan la estrategia de la desesperanza que hoy por hoy es el arma secreta del régimen para sortear la protesta y revulsiva social en ciernes.
Irremisiblemente, el éxito de la estrategia de perpetuación del régimen por el montaje del expediente del miedo y la arbitrariedad está sujeta a la efervecencia del abstencionismo y la agenda antivoto en la doble conducta de enfundar el arma más poderosa contra las dictaduras, el sufragio como proceso; y el desencanto estructural respecto del voto como herramienta de cambio.
Para decirlo con Manuel García-Pelayo, al poder hay que oponerle la justicia; a la lucha y conflicto, la paz; y a la voluntad arbitraria la razón. El miedo, la desesperanza y la resignación no son opciones para los venezolanos. Votar, aun en las peores circunstancias, es una señal poderosa (tan poderosa como la visión de Constantino, la cruz, la noche anterior a la batalla en el puente Milvio, sobre el río Tiber) de la disposición de un pueblo por rescatar la prosperidad y el bienestar con la democracia.
Justo Mendoza.
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